domingo, 11 de enero de 2009

Extraños en el Paraíso

Seguimos inaugurando etiquetas que serán habituales en esta bitácora, hoy es el turno de la etiqueta que tratará sobre el Noveno Arte. En un principio pensé en hablar de alguna de las obras de Alan Moore, V de Vendetta, Watchmen o From Hell. Pero hay tantas líneas escritas sobre el tema que para empezar de forma un poquito más original he optado por otro Moore, Terry Moore, y su obra principal hasta la fecha Strangers in Paradise.

La serie Strangers in Paradise (SiP para abreviar) está formada por unos 106 comics repartidos en tres volúmenes y narra la historia de dos chicas, Katrina Choovanski ("Katchoo" para los amigos) y Francine Peters, y un chico, David Qin. La trama se centra en narrar en profundidad los sentimientos de los personajes principales, aunque aparecen también argumentos centrados en el oscuro pasado de Katchoo que se aproximan más al género negro.

Terry Moore muestra en SiP de forma autoconsciente y reconocida gran influencia de los maestros de las tiras cómicas de prensa, Bill Waterson y, sobre todo, Charles Schultz. Por otra parte en SiP aparece un despliegue de recursos formales y narrativos, en ocasiones realmente novedosos y originales, como inclusión de poemas, de letras de canciones (que producen sensación de banda sonora en la serie), diálogos dispuestos en forma de muro que separan personajes, saltos temporales en la trama (no solo hacia atrás, sino también hacia delante)... Todos ellos acompañados de los excelentes dibujos del propio Moore.

Los puntos más flojos de SiP son la sensación de repetición en los argumentos que se produce hacia la mitad de la serie y la inclusión de algunas líneas argumentales que quedan olvidadas o interrumpen de forma excesivamente abrupta la trama principal (como es el caso de los relatos de Molly y Poo).

Con todo SiP es una obra estupenda que merece mucho la pena. Con un poco de suerte todavía se puede encontrar algún tomo de la edición completa de la obra que hizo Norma.

Para despedir la entrada os pongo un enlace a un vídeo que une imágenes de SiP con la maravillosa canción Stranger in Paradise del musical Kismet, cuya versión cinematográfica se tradujo aquí como Un Extraño en el Paraíso. ¡Hasta luego!

domingo, 4 de enero de 2009

Te cambio dos ovejas por un ladrillo

Uno de los temas habituales de esta bitácora serán los juegos de tablero y para inaugurar la etiqueta he elegido uno que podríamos calificar de famoso desconocido: El Conquistadores de Catán. Voy a nombrar este juego muchas veces así que para abreviar lo llamaremos el Catán.

He elegido el Catán en concreto por estar un poco a caballo entre los archifamosos juegos de tablero que todos conocen aquí en España (Pictionary o Trivial Pursuit por ejemplo) y los casi desconocidos, que serán los protagonistas de la sección en este blog. Sin embargo y pese a no ser cabeza de mercado tiene un palmarés muy destacable: Juego del Año en 1995 (hasta ahora todos los juegos que he probado que se han llevado este premio son más que recomendables) y traducido a nada más y nada menos que 25 idiomas además del aleman original.

No me extenderé demasiado en contar las reglas, que para algo existen los manuales, pero el Catán es un juego que combina azar con elementos de negociación y estrategia. Los jugadores obtienen recursos (madera, ladrillo, ovejas, trigo y piedras) dependiendo de una tirada de dos dados. El que saca un 7 en los dados roba un recurso al azar a otro y bloquea la producción de una casilla. El jugador que tiene el turno comercia con esos recursos y construye con ellos carreteras, poblados o cartas que le permiten acciones especiales. Los poblados, ciudades, algunas cartas y dos situaciones determinadas (el jugador con más cartas de caballero y el jugador que tenga el camino más largo) otorgan puntos de victoria. Gana el que primero llegue a diez puntos de victoria.

En mi opinión las dos mayores virtudes del juego son la fase de trueque y la duración del mismo. Durante la fase de trueque el jugador que tiene el turno comercia con sus recursos. Para describir el sabor del juego a los lectores que no hayan jugado al Catán, podríamos imaginar una mesa con cuatro personas que sostienen una conversación en la que uno de los participantes hace la oferta del título de esta entrada:
-Te cambio dos ovejas por un ladrillo.
El poseedor del ladrillo responde:
-Mejor una oveja y un trigo.
Un tercero decide meter cizaña para ser él el que saque provecho del comercio y dice:
-Yo tengo ladrillo y quiero piedras, si me das una piedra el ladrillo es tuyo...

Con los cambios y el efecto del ladrón ya están servidos los pequeños piques entre amigos que acaban dando vida a las partidas. Al fin y al cabo los juegos de tablero son entretenimientos sociales, que lo mejor que tienen es que reunen varias personas alrededor de la misma mesa, para charlar y pasar el rato.

La otra gran virtud es que la duración total del juego está muy bien calibrada y rara es la partida que pase de dos horas. Esto en mi opinión es muy importante porque algunos juegos (el Risk o el Monopoly por poner dos ejemplos) se pueden eternizar y todo lo que se alarga excesivamente acaba cansando. Además, no sé lo que opinaréis mis lectores, pero mi tiempo cada vez está más y más limitado.

El principal defecto del Catán está en la excesiva dependencia del azar, sobre todo al comienzo de la partida. Disponer de malos números para obtener recursos y tener algo de mala suerte en las primeras tiradas pueden imposibilitar a un jugador competir en la partida, lo que resulta realmente frustrante; y viceversa, un jugador que tenga buenos números en recursos clave llegará al final de la partida con opciones de ganar aunque no lo haga demasiado bien.

Otro día hableremos de más juegos de mesa y otros vicios. ¡Hasta la próxima!